Ottawa, 8 jun (PL) Apartada de los grandes núcleos urbanos, la pequeña ciudad turística canadiense de La Malbaie, en la región de Charlevoix, acapara titulares de prensa por acoger desde hoy la 44 Cumbre del Grupo de los Siete (G7).
Con miles de agentes de Policía, soldados y vallas de unos tres metros de alto que la rodean, el gobierno de Canadá blindó la villa para dar seguridad a una reunión, en la cual se ven las caras los líderes de las siete economías más industrializadas del mundo y de otra decena de países. De hecho, por estos días sus habitantes -que no son muchos, apenas unos ocho mil, según datos oficiales- se ven obligados al rigor de los controles y pases especiales, mientras buena parte de los periodistas acreditados para cubrir los detalles de la cita se alojan en Quebec.
Dicen que Ottawa destinó algo más de 600 millones de dólares canadienses (unos 462 millones de dólares estadounidenses) para organizar el evento y que casi la mitad fueron para las medidas de vigilancia.
Ubicada a orillas del río Saint Lawrence, a unos 144 kilómetros de la ciudad de Quebec, La Malbaie es un lugar paradisíaco.
Una de las mil 135 municipalidades en las que está dividido administrativamente el territorio de la provincia de Quebec, este pedazo de tierra tiene una superficie total de 459,34 kilómetros cuadrados.
Algunos la califican como un frasco de buen perfume, porque concentra en su «esencia» variedad de ofertas culturales desde museos hasta observatorios astronómicos, además de mucha diversión por su complejo para esquiar y un gran casino.
Sus hoteles de lujo son punto de encuentro solo para elites como el Fairmont Le Manoir Richelieu, donde se han dado cita hasta mañana los líderes del G7 (Canadá, Francia, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Japón e Italia).
Canadá posee experiencia en organizar estas cumbres fuera del radar urbano. Lo hicieron en 2002, en Kananaskis, en las Montañas Rocosas, y luego en 2010, en la región de Muskoka, una zona de centenares de lagos al norte de Toronto, recuerdan reseñas periodísticas.
Para el primer ministro Justin Trudeau ahora el lugar es ideal. «Tener la oportunidad para que los siete aliados se reúnan en un ambiente menos formal, más relajado, rodeado de preciosos paisajes y una cálida bienvenida, para hablar de temas reales, es muy importante», comentó días atrás.
Está claro que hasta allí no llegarán los posibles «ruidos» de los manifestantes acordonados en la «zona para la libre expresión» de La Malbaie.
Los del mundo real, permanecerán distantes del ambiente bucólico del Fairmont Le Manoir Richelieu, fuera del ángulo visual de los líderes que toman decisiones por ellos.